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German fashion history – Special: Fashion in Germany 2/7
16 February, 2010

Un vistazo a la historia de la moda alemana: la moda y la identidad están estrechamente interrelacionadas. Pero esta última casi no se desarrolló en Alemania, debido a su agitada historia. No es sino desde la unidad alemana, en 1990, que se clarifica la identidad alemana. Y de inmediato florece la moda.

Joachim Schirrmacher

La moda es siempre un espejo de la sociedad, juega con identidades y tradiciones, al tiempo que marca tendencias. ¿Qué define la moda de Alemania? ¿Qué inspira a los diseñadores, qué los influencia? Un vistazo a la historia alemana de la moda.

Impulsora esencial de la moda fue a través de varios siglos la nobleza. Con un pomposo vestuario trataba de atraer la atención y los favores de reyes y emperadores. La corte francesa en Versalles daba la tónica, en toda Europa. Esa tradición marca la moda francesa hasta hoy.

Muy diferente fue la situación en Alemania. Como consecuencia de las numerosas conmociones históricas y la existencia de numerosos pequeños Estados –en 1856 existían aún 30 Estados alemanes independientes– no surgió una moda guía. Al contrario: el Romanticismo alemán y el ascetismo de los protestantes conforman una larga tradición de desprecio de las convenciones.

En 1871, con la fundación del Imperio Alemán y la elección de Berlín como capital, comenzó la transformación. Al rededor de la plaza Hausvogteiplatz abrieron numerosas tiendas de moda y confección, sobre todo de propietarios judíos. Pronto surgió la elegancia berlinesa, que tuvo su apogeo en los “dorados” años 1920. Las mujeres alemanas se con­taban entonces entre las más elegantes del mundo. En 1933, con el acceso de los nacionalsocialistas al poder, ese primer auge de la moda alemana finalizó abrup tamente.

Los nacionalistas impusieron una imagen nacionalista de la mujer madre, con traje folclórico, trenzas y sin maquillaje, escribe Irene Guenther en su libre “¿Nazi Chic?”. Los empresarios y trabajadores judíos fueron asesinados en los campos de concentración o abandonaron la Alemania nazi. Poco se sabe, sin embargo, que también había muestras de alta costura para la elite nacionalsocialista. La mujer mo derna fue utilizada como instrumento para la propaganda del régimen, dice Guenther. La estética cotidiana y el diseño, los desfiles y las antorchas, las escenificaciones y los bastidores fueron utilizados conscientemente para satisfacer la necesidad de las masas de identificación, comunidad, entretenimiento y belleza. “Bajo el primado de la política, los nazis desarrollaron la primera cultura capita lista de masas en Europa”, dice el teórico suizo del diseño Beat Schneider. Y agrega: “Esa cultura fue empleada por los nazis como un instrumento de dominación, cegador y vinculante.”

Luego de la II Guerra Mundial se cosieron tapados con tela de uniformes y vestidos con paracaídas, siguiendo las conven ciones. La sociedad alemana buscaba compostura luego de los horrores del Holocausto, quería librarse a través de la etiqueta de la miseria y el estigma de la barbarie. La crítica de los intelectuales dominantes Max Horkheimer y Theodor W. Adorno expresada en “La industria cultural: Ilustración como engaño de masas”, que veían la moda como mercancía, y la actitud anticonvencional del movimiento de 1968 llevaron a una extendida desconfianza contra la moda y el estilo. “Eso es comercio”, es un frecuente ar gumento hasta hoy en los debates de intelectuales.

A ello se agregó que hasta el traslado del Gobierno federal de Bonn a Berlín, en 1999, en Alemania no existía ningún centro de la sociedad donde la moda pudiera desplegarse.

En Alemania no tenía tradición distinguirse de la masa, la mayoría prefería disfrazarse como masa uniforme: “A pesar de que había diferencias de clase, no se quería mostrarlas”, escribe Jens Jessen en la investigación “Vivir en Alemania”, publicada en el semanario “Die Zeit”. La gente común no se emperifolla como los grandes terratenientes, y las elites ocultan “las características de su estatus con una especie de sombría satisfacción”, agrega. El buen estilo es vestirse en forma llamativamente discreta.

Paralelamente germina la variedad de hoy: las tropas de ocupación de EE.UU., Gran Bretaña y Francia trajeron a Alemania Occidental su estilo de vida y moda, tales como los jeans y las camisetas. Los alemanes de la joven República Federal comenzaron a viajar. Programas de intercambio e inmigrantes, libros, filmes y música del exterior enriquecieron la cultura alemana. Primero en la cocina, luego en las costumbres. También creció el deseo de vestir a la moda. Y no sólo en la República Federal, como probó claramente la reciente exposición “Limitadamente libre. Moda, fotografía y subcultura en la RDA 1979-89”, en el Kunstgewerbe museum de Berlín.

Influida por nuevas revistas inglesas de moda, como ;-D y Face, y por la escena de música electrónica experimental, la ju ventud opone su alegría de vivir a la “moda comercial tediosamente aburrida”. Primero como rebelión de chiquillos, luego como hippies, rockers, punks, y más tarde como adeptos de la moda informal y la escena tecno. La moda deja de ser elegancia y pasa a ser acontecimiento. Los vestidos son estrafalarios y a menudo in­sufribles: colores de neón, césped sintético y cortinas de ducha. Berlín, en el frente de batalla de la Guerra Fría, pasa a ser un imán para todos aquellos que quieren huir de las convenciones en Alemania. Allí se encuentran las tendencias y el trash, se ensayan en performances nuevas formas de presentación. La moda se trans forma en un medio de comunicación, delimitación y orientación.

Hasta la reunificación, en 1990, muchos diseñadores alemanas se orientaban por la moda extranjera. Quien buscaba su identidad, se iba al exterior, preferiblemente a EE.UU. La creciente distancia con respecto a la propia historia permite a los alemanes redescubrir su propio país. En lugar de avergonzarse de la solidez, la seriedad, la funcionalidad y la calidad del trabajo alemán, se vuelven a ver las ventajas de las propias fortalezas. “La moda alemana tiene un nuevo rostro desde la reunificación: un estilo autónomo y claramente alemán”, se lee en el texto que acompaña a la exposición “moDe! – Diseñadores alemanes y su estilo”, mostrada por el Goethe-Institut en Tokio en 2005.

A comienzos del nuevo siglo, esas transformaciones se hicieron manifiestas. Casi ningún medio alemán dejó de ocuparse de la nueva autoestima de los alemanes. En 2003, por ejemplo, comenzó a editarse una nueva revista de estilo de vida con el nombre “Deutsch” (“Alemán”), algo antes impensable. Para la redacción, “Deutsch” era sinónimo de “apertura al mundo, pluralismo y tolerancia”. Esa nueva imagen fue percibida por primera vez a nivel in ternacional durante el Mundial de Fútbol 2006. Ese reconocimiento desde afuera motivó tanto a Alemania, que muchos hablan hasta ahora de un “cuento de verano”.

No obstante, hasta hoy muchos consideran el extranjero la medida de todas las cosas, las propias virtudes son subestimadas. Existen pocas naciones en las que tantos creativos renieguen de su propio idioma y publiquen sus páginas web exclusivamente en inglés. También cabe preguntarse por qué en Alemania no existe una marca de vestimenta impulsada por una gran imagen, como Polo Ralph Lauren, a pesar de que la capacidad existe. ¿Es el temor al poder de las imágenes, de la que los nazis abu saron políticamente en forma tan brutal? A pesar de que diseñadores alemanes como Bernhard Willhelm y Frank Leder en cooperación con el fotógrafo Gregor Hohenberg demuestran que pueden crear marcas que viven de fuertes imágenes (y sin la menor evocación nacionalista, si bien con un manejo lúdico de la identidad alemana), todo parece indicar que en Alemania existe un gran temor de ello.

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