16 February, 2010
Wolfgang Joop es uno de los modistos alemanes más famosos. Se retiró de su empresa Joop!, tan exitosa en los años 80 y 90. En 2003 reapareció con fuerza con la marca de alta costura Wunderkind en Potsdam.
Joachim Schirrmacher: Sr. Joop, ¿qué significa para usted el proyecto Wunderkind, que usted creó en 2003 en Potsdam?
Wolfgang Joop: Wunderkind es el cumplimiento de un sueño. Yo quería crear una marca de lujo y de vanguardia, que se distinguiera claramente de las otras marcas. No queremos dictar tendencias sino crear lo sorprendente, lo mágico, con una cierta sostenibilidad. Queremos provocar irritación de lo habitual, ilustrar los sentimientos sociales y despertar así deseos.
¿La moda como elemento irritante?
Sí, porque si no, nadie nos necesita ni necesita nuestros productos. En la industria alemana de la confección se apuesta muchas veces por el término medio, por el producto que gusta. Sea Joop!, Boss o Escada. Pero eso fue ayer. La moda y el arte ya son hoy una unidad. Se trata de identidad y de irritación de lo habitual. A través de medios como Twitter, Facebook y YouTube tenemos un acceso más directo y sensible a esas sensaciones y podemos valorarlo. Galeristas, expertos de arte, historiadores del arte, al igual que críticos de la moda son sinónimo de valoración técnica, pero quienes expresan la percepción real son ahora las propias personas.
Quiere decir: “El ser humano cree hoy solo en lo que él mismo ha introducido en Twitter”…
La mayoría de las personas ni siquiera se da cuenta de esto. Y se trata de mucho más que del sentimiento que transmite un producto. Con Wunderkind me he animado a crear una empresa que me hace levantar todas las mañanas de la cama como a un científico y que me hace olvidar los dolores de cabeza y todas mis dudas y miedos. Quería comprobar si todavía es posible lo imposible, es decir, que a través de una vestimenta se pueda proyectar una actitud ante la vida. Y creo que lo he conseguido. “Style.com” me denominó hace un año “Paris’ resident eccentric”.
En su colección se conjugan muchos conocimientos: además de sus propios diseños usted ha aprendido pronto en diálogos con lectoras de la “Neue Mode” en qué se fijan realmente las mujeres. Como ilustrador en París usted ha estudiado cientos de colecciones con 13.000 diseños por temporada y después las ha analizado como autor para el semanario “Spiegel”.
Yo siempre digo, nosotros formulamos una esencia, así por ejemplo para este verano con “hurt and heel”. En la moda se es siempre “for ever young”, siempre vital, los problemas no existen. Pero de pronto llega la herida, la cicatriz, la mala experiencia, el dolor. Solo reconoce la felicidad quien ha sufrido dolor. Y cuando el dolor pasa, entonces sabemos que hemos sido amnistiados. Esos son para mí los temas socialmente relevantes, más aún en mi situación personal, económica y cultural.
Temor, herida y dolor, son los temas que se repiten como hilo conductor en su libro Wunderkind, publicado en 2009.
Mi visión, aquello que realmente siento, muchas veces no se puede formular en palabras: tú te echas al agua porque estás obligado y no sabes si llegarás a la otra orilla a través del oscuro mar azul o no.
¿Porque usted trabaja en el estrecho margen entre “prêt-à-porter de luxe” y “haute couture” y no cuenta con una segunda base económica?
A mí siempre me ha interesado trascender fronteras. No soy parte de una generación que no se permite cometer errores. Lo que me interesa es el camino propio, el experimento y la libertad. Y así es la apariencia de lo que hago, de algo libre. Quien compra Wunderkind lo hace porque quiere. No porque quiere llegar allí.
¿Quién reconoce el valor de lo que usted está haciendo con Wunderkind?
No me puedo quejar de falta de reconocimiento, Wunderkind es apreciada como moda “prêt-à-porter” con técnicas de alta costura. Quien lleva Wunderkind percibe el arte del modisto y el extraordinario acabado a mano. A diferencia de Joop! antes. Entonces la imagen era la de una persona que nunca ha trabajado y se despierta con fuerte resaca, de vuelta de un “after show party”.
Hablábamos de moda que se toma en serio como necesidad social y ahora de la sed de glamour de los medios. ¿Cómo ha logrado satisfacer esa necesidad? Los medios lo han denominado –no sin razón– el Yves Saint Laurent alemán. A la vez, a través de Joop!, sus clientes han llevado una vida que nunca se hubieran animado a vivir.
He atendido esa necesidad muchas veces. El ciudadano normal que ha satisfecho su hambre y que ahora busca un producto de lujo como la cereza en la torta, desea darse el lujo de asumir un riesgo, un riesgo que en su vida no existe.
Pero Usted también dijo: Quien siente temor busca la huida en la frivolidad.
¡Claro! Fíjense si no en el Sr. Lagerfeld.
O fíjense en el Sr. Joop.
Del jovencito inseguro y cobarde que era yo, me he transformado en lo que soy hoy, alguien que ha aprendido a superar el temor. Un proceso que intento practicar cada temporada.
¿Cuál fue el punto que le ayudó a superar el temor?
Cuando hace un año la insolvencia de Lehman Brothers desató la crisis financiera, yo supe que nuestra era había dado un vuelco. Debí decidirme o bien por una vida agradable o por mi hijo. Y me decidí por mi hijo, que es Wunderkind. Al mismo tiempo me tuve que despedir de mi resto de juventud. He abandonado el sendero seguro porque ahora sé que la felicidad no está allí. Y eso me da una motivación increíble. Por eso soy muy diferente a otros alemanes que conozco.
Su libro Wunderkind parece la historia de una liberación.
Sí, incluso mi mujer se ha divorciado de mí. No estaba de acuerdo con su contenido.
Al leer el libro me llamó la atención que a través de su vida se puede reconstruir el camino de los alemanes hacia la moda: la búsqueda de identidad en el extranjero, la huida de la identidad alemana, el creciente deseo de consumir estilo de vida. Desde hace pocos años la moda se impone en Alemania, así como usted con Wunderkind en 2003 decidió empezar de nuevo.
La moda es movimiento, impulso, es la forma en que vivimos. Yo hago moda porque quiero dar impulsos. La industria alemana de confección, en cambio, siempre ha buscado la perfección: perfecto suministro, siluetas perfectas, todo bonito y correcto, adaptado a las necesidades de ventas y beneficios, sin tener en cuenta la estética.
Usted y su esposa eran una pareja de glamour. Karl Lagerfeld le invitó a París a su castillo sin terminar, Yves Saint Laurent lo llevó de la calle al show porque encajaba muy bien en el escenario de los años setenta. El papel de la moda alemana entonces no puede ser tan mediocre. Hoy muchos alemanes trabajan en casi todas las casas internacionales de modas, incluso como jefes de departamento. Sin embargo, se niega muchas veces lo alemán.
No hay que olvidar que antes del nacionalsocialismo, Alemania contaba con un sector de modas muy desarrollado. Entonces se destruyó todo, talentos y creadores fueron perseguidos –muchos judíos formaban parte de esa industria de la confección. Tardó mucho tiempo hasta que la moda volviera a Alemania. Pero claro que los alemanes podemos crear moda bella. El mejor ejemplo es el Sr. Lagerfeld.
Usted dice de la industria alemana de confección que “el diseño propio despierta desconfianza. Hasta hoy, no es el diseñador quien tiene el poder sino el departamento de ventas y el de producción.” ¿A qué se debe?
Los directivos no confían en los diseñadores. Y he conocido por dentro muchas empresas. Sea Bruno Pieters en Hugo – Hugo Boss o Dirk Schönberger en Joop!, los diseñadores nunca tienen el poder y ahora los están despidiendo. Se les muestran los límites de su trabajo antes de que empiecen. Primero viene el director financiero, después el director de ventas. Y si algo queda del diseño original, entonces viene el responsable de técnica. Es una historia interminable de frustraciones. El único camino que queda es el que yo he tomado: siéntate y empieza de nuevo solo. De otro modo es imposible.
Es lo que hacen muchos modistos de Berlín.
Hojeando el libro de modas Berlín de la revista local “Zitty”, pensé, ¡Uau! ¡Cuántos diseñadores geniales hay en Alemania! ¿Pero en algunas revistas alemanas? ¿Qué hallamos? Los que en las primeras hojas de las revistas de modas tienen anuncios publicitarios, aparecen atrás con artículos.
Los grandes presupuestos publicitarios vienen de las marcas italianas, francesas y americanas. ¿Es una de las razones por las que la moda alemana no tiene chance de sobresalir?
¡Pero una editorial debería mostrar todo lo relevante! Ello fue siempre la tarea de “Vogue”. Después de la guerra no había grandes presupuestos publicitarios y las revistas ofrecían consuelo, perspectiva y visión. Es esa la función de los medios escritos. Para eso estaba “Sybille” en la RDA. En Alemania estamos traicionando una parte de nuestra propia identidad.
¿Cuáles son sus deseos y objetivos para los próximos cinco años?
Mi cerebro no se encoge, sigue trabajando intelectualmente a plena marcha y mi fi gura tampoco ha cambiado. Sin embargo, estoy notando la tensión de la vida: como artista, como empresario, como abuelo y como amante (risas). Pero en todo caso mi objetivo se puede resumir en una esencia, y esa esencia es Wunderkind. A la vez me entusiasma la idea de trabajar en un producto que penetre en la vida cotidiana y la modifique.
Usted ha hablado de sus planes, de participar en la insolvente empresa alemana de ropa interior Schiesser.
Sí, exacto.
¿Parece que usted viera en Schiesser no solo ropa interior sino también “basics”, como un buen chino, camisas o pulóveres?
Me gustaría hacerlo. El pensamiento permanente en categorías excéntricas es también cansador. Pan negro y un vaso de agua siempre se pueden tomar.